Racord
El despacho del encargado estaba al fondo del estrecho pasillo. La puerta oscurecida por el humo que llegaba de la cocina había vivido años mejores, el pomo estaba ennegrecido y apenas brillaba por el lugar en el que apoyó la mano y abrió. - Jefe, vengo a pedirle algo. Estaba sentado tras la mesa, recostado sobre un mugriento sillón de aspecto tan desgastado como él mismo, leyendo una revista que apoyaba sobre su grueso abdomen. Levantó la mirada, resopló y bajó sus gafas hasta la punta de la nariz. - Dígame, Martínez. - Sé que llevo poco tiempo aquí, pero creo que estoy haciendo un buen trabajo. Martínez apenas superaba los veinte años y aún así, había visto más series y películas que todas las personas a las que había conocido, incluso aquellas que le doblaban o triplicaban su edad. Desde muy pequeño disfrutaba con el séptimo arte y cuando reunía algo de dinero, lo gastaba en rodar cortos que después presentaba en festivales. Su sueño era rodar un largometr...