Vamos a dar por hecho que sabemos que por ley se presupone la
inocencia de cualquier imputado. A partir de ahí, tenemos que hacer
que se cumplan todas las garantías para proteger su inocencia.
Por otra parte, vamos a dar por hecho que sabemos distinguir a una persona, del cargo que ha ocupado u ocupa. No son lo mismo, habría que repetirlo hasta que quedara grabado a fuego, no son lo mismo.
Por eso Pedro Sánchez es tan relevante para la vida de cualquiera de nosotros como cualquiera de nosotros, sí, es un cualquiera, un fulanito, un pavo que pasaba por ahí.
Importa su cargo y lo que haga en ese cargo mientras lo ejerce, eso es lo que importa, si cumple o no el encargo que se le demanda.
Y claro, una vez establecido todo esto como obviedad suprema, no existe ninguna “profanación de las instituciones”, porque las instituciones no se profanan, son las personas que ocupan las instituciones las que se corrompen y una vez se van, el cargo sigue ahí, impoluto, hasta cuando se vaya Pedro Sánchez, el cargo de Presidente del Gobierno seguirá ahí, impoluto.
Desearía que se dibujara fielmente la realidad que desde el Gobierno se empeñan en oscurecer, destruir y reescribir y se dejara de lado la desconfianza en la ley.
Eso es precisamente lo que quieren los corruptos.
No hagamos, para colmo, de altavoz.
Comentario al artículo "El fecal General del estado y el código rojo" de Rubén Amón

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