Falsedad

El transformador que tenía era una caja metálica, con una tapa que se atornillaba con cuatro tornillos, su aspecto era tan antigüo como el de la propia máquina, y pesaba casi el doble de lo que pesa un transformador normal. No he visto nunca nada igual.
Cuando encendía el transformador sonaba un zumbido, como el de un panal del tamaño de un balón de baloncesto, en plena actividad. Si ponía la mano encima, la vibración llegaba a ser tan alta que me dormía la mano.
Daba la sensación de que el material del que estaba hecho la caja era indestructible, ya que parecía que conseguía contener la energía suficiente para iluminar un planeta.
Bueno, pues en ocasiones me siento así. Soy como la caja del transformador de la máquina de coser de mi abuela.
Hay días que parece que los tornillos que aguantan la tapa van a saltar por los aires, y la energía saldrá arrasará todo lo que encuentre a su paso.
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