Recordar

Qué triste tiene que ser nuestra vida para que la belleza pase inadvertida.

Estamos inmersos en huracanes de sensaciones que nos impiden discriminar el bien del mal, la bondad de la maldad, la libertad de la rutina, la belleza del horror.
Estamos ciegos, sordos, no sentimos calor ni frio, nos dejamos conducir por costumbres que nos aturden y nos alienan.

Olvidamos las caricias, los mejores momentos, el placer de la música, del arte, de la charla sin objeto, de estrecharnos las manos como prueba de amistad, de abrazarnos para sentirnos más allá de lo racional.

Cuanto de artista hay en cada uno de nosotros, cuantas personas se entregan a los demás y cuantas se encierran en sí mismas, sin quererlo. Cómo somos, cómo sentimos.

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