La experiencia

Sin embargo la experiencia, esa dulce ancianita que me arrea con el bastón, me ha enseñado que un buen desahogo a tiempo supone un calvario eterno después, y que definitivamente no merece la pena... pero es que hay días que el cuerpo te lo pide.
¿Qué hacer? ah, buena pregunta, se puede hacer deporte, se puede hacer meditación, se puede ver la tele hasta que las neuronas emigren, se puede jugar hasta dejar de pensar, se puede... ceder a la tentación.
Esa dulce tentación de poner en su sitio al trepa, de decirle a tu madre lo que piensas, de irte a por tabaco y no volver, de ceder al volcán de deseos que derrite cualquier pensamiento racional.
En fin, así es la vida.
Un día de estos cogeré un bidón, lo llenaré de cemento y sumergeré sus pies y el bastón en él. Esperaré pacientemente a que se seque y la tiraré al Manzanares.
La próxima vez disfrutaré equivocándome, ya sufriré las consecuencias después, y es que... así también es la vida.
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