Locura climatológica

Cuando llegamos al hotel el miércoles lucía un sol radiante y hacía buena temperatura, paseamos por la playa sólo abrigados con el forro polar, pero el viento soplaba como si le fuera la vida en ello. Una pandilla que hacía skite board en la playa conseguía salir volando por encima de nuestras cabezas, todo un espectáculo, y porque soltaban el skite, creo que si no, hubieran volado aún más alto.
Al día siguiente el cielo amaneció completamente cubierto y desde primera hora comenzó a llover de forma constante y abundante durante todo el día. La temperatura bajó hasta hacer imprescindible el abrigo, aprovechamos para conocer Oliva desde el coche, que es una afición que nos encanta, dormir la siesta y jugar al Set.
El viernes nos dió un respiro. Con la atmósfera completamente limpia y sin una sola nube en el horizonte, pasamos el día tumbados al sol, jugando con la cometa, haciendo castillos de arena y tostándonos sin importarnos las consecuencias, como cualquier inexperto guiri.
El sábado nos despedimos de la playa con un largo paseo hasta el río, y emprendimos regreso a casa con tranquilidad, hacía un día estupendo y no podíamos prever la que se nos venía encima. Estuvo lloviendo casi todo el camino, el viento era lateral y hacía temblar el volante del coche, toda una lucha agotadora, que encima nos pilló cansados. Cuando llegamos hacía frio, mucho frio.
El domingo, sin saber ya muy bien qué podíamos esperar, nevó.
Parece que este año las estaciones vuelven a enloquecer, no sé qué más puede pasar porque en estos cinco días he tenido la oportunidad de poder disfrutar de todas sin descanso.
Es increíble, pero me apetece volver a la rutina del trabajo, estoy agotada de tanto cambio, sol, viento, lluvia y nieve, un día me he puesto el bikini y otro el plumas, ansío una temperatura estable y controlada por termostato, he tenido más que suficiente.
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