Puedo ver

Empecé a buscar un abrigo para la Reina, y mientras iba apartando unos y otros, encontré uno completamente blanco, con capucha. Lo saqué del perchero y fui a enseñárselo a mi acompañante.
A medida que me iba a acercando a ella, la luz del local empezó a cambiar.
Miré el abrigo, y bajo aquella luz, el blanco se convirtió en un precioso estampado de pequeñas flores, de un color azul intenso.
Comenté que era un abrigo realmente original, y la mujer asintió, sin mucho convencimiento.
Le dije que lo de las flores era genial, y me preguntó que de qué flores estaba hablando.
No estaba bromeando, no veía las flores.
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