Puedo ver

Caminábamos hacia la sección de ropa de niños. Me acompañaba una señora que por su edad podría ser mi madre. Al dejar el pasillo central la marea de gente fue disminuyendo, y con ella, el murmullo ensordecedor.
Empecé a buscar un abrigo para la Reina, y mientras iba apartando unos y otros, encontré uno completamente blanco, con capucha. Lo saqué del perchero y fui a enseñárselo a mi acompañante.
A medida que me iba a acercando a ella, la luz del local empezó a cambiar.
Miré el abrigo, y bajo aquella luz, el blanco se convirtió en un precioso estampado de pequeñas flores, de un color azul intenso.
Comenté que era un abrigo realmente original, y la mujer asintió, sin mucho convencimiento.
Le dije que lo de las flores era genial, y me preguntó que de qué flores estaba hablando.
No estaba bromeando, no veía las flores.

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