Roca

Cuando la Reina tenía tres años era aún más reservada de lo que es ahora. Rara vez hablaba en el colegio con su profesoras, y menos aún, levantaba la voz.
Por aquel entonces yo aún no llevaba bien la rutina de madrugar, así que no conseguía que llegara a tiempo por las mañanas, pero mucho peor llevaba la rutina de ir a recogerla a la salida del colegio.
Un día mi peor pesadilla se hizo realidad, mientras veía el documental de la 2 me quedé dormida, y cuando desperté hacía cinco minutos que ya debía de haberla recogido.

Llegué sin aliento y allí estaba, sentada al lado de su profesora, esperándome. Cuando me vió, me sonrió, y vino corriendo hacia mi. Mientras la abrazaba, la profesora me dijo con tono de regañina:
-Hay que ver, tarde por las mañanas y tarde por las tardes. Qué vamos a hacer con esta mamá!.

Mi hija se puso entre ella y yo, mirándola de frente, con la cabeza muy alta, me abrazó las piernas con fuerza, sentí su espalda contra mis rodillas como un escudo que me protegía de cualquier daño, y contestó:
- Deja en paz a mi mamá.

Fue firme, rotunda, con una voz potente y clara que nunca había oido antes. Lo dijo sin dejar de mirarla, desafiante, con total frialdad.
La profesora se quedó como si la mismísima Medusa la hubiera estado observando durante siglos.

Desde aquel día nos mira con simpatía.

Comentarios